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viernes, noviembre 22, 2024

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Los efectos de la infección por COVID-19 en la glándula tiroides pueden permanecer incluso después de un año, según un estudio científico reciente.

Según la investigación encabezada por la doctora Ilaria Muller y completada por sus colegas de la Universidad de Milán, en Italia, la enfermedad grave por COVID-19 afecta la función tiroidea a través de una variedad de mecanismos. Los científicos siguieron a las personas con disfunción tiroidea asociada con la enfermedad de COVID-19 durante un año, para caracterizar mejor dicha afectación glandular y seguir su progresión a lo largo del tiempo.

“Durante la enfermedad de COVID-19 de moderada a grave, la aparición de tiroiditis juega un papel importante en la disfunción tiroidea. Además de otros mecanismos bien conocidos que actúan principalmente en el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides. El desequilibrio hormonal suele ser leve. Sin embargo, aumenta en los casos graves de COVID-19″, explica el estudio fue presentado durante el reciente 24º Congreso Europeo de Endocrinología en Milán.

La función tiroidea es crucial para el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo del cuerpo humano. Al liberar continuamente una cantidad estable de hormonas tiroideas en el torrente sanguíneo, ayuda a regular numerosas funciones corporales. La glándula tiroides genera hormonas adicionales cuando el cuerpo necesita más energía en situaciones particulares, como cuando está creciendo, tiene frío o está embarazada.

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“Saber que las hormonas tiroideas se correlacionan con la gravedad de la enfermedad es importante. Se debe tener en cuenta el hecho de que la glándula tiroides parece estar directamente involucrada en la infección viral por SARS-CoV-2. Esto se suma a otros mecanismos bien conocidos que actúan principalmente sobre el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides”, dijo Muller.

El estudio examinó a más de 100 pacientes ingresados en el hospital con COVID-19 grave, analizando su hormona estimulante de la tiroides (TSH) y otros indicadores. La tiroiditis ocurrió con frecuencia en la población de pacientes con COVID-19 y la función tiroidea, así como los indicadores inflamatorios, volvieron a la normalidad en casi todos los casos poco después del final de su enfermedad por COVID-19, dijeron los investigadores.

Sin embargo, después de 12 meses, las regiones de tiroiditis permanecieron visibles en la ecografía tiroidea en la mitad de los individuos. Incluso, se redujeron en tamaño.

La captación tiroidea de tecnecio o yodo, un indicador de la función tiroidea, todavía estaba reducida en cuatro de cada seis personas a los nueve meses, aunque en su mayoría se había recuperado después de 12 meses.


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