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jueves, noviembre 21, 2024

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REDACCIÓN.- En la mayoría de los pacientes, la infección COVID-19 se transita con un cuadro leve o moderado y no requiere hospitalización. Pero incluso en esas situaciones algunas personas pueden experimentar secuelas que se conocen como COVID prolongado. Se ha encontrado hay pacientes que desarrollan síntomas cardíacos persistentes, como la intolerancia al ejercicio, la taquicardia y el dolor torácico, e investigadores de Alemania se pusieron a explorar esos problemas.

El equipo de la doctora Valentina Puntmann y otros investigadores del Hospital Universitario de Frankfurt llevaron a cabo un estudio prospectivo de resonancia magnética con personas con COVID-19 leve, y un grupo de control. Demostraron que la inflamación miocárdica puede durar más de 3 meses. Además, los síntomas pueden empeorar y en algunos pacientes el edema puede persistir más de un año.

Los investigadores partieron de considerar que las complicaciones tardías por la infección por el coronavirus son cada vez más reconocidas.

Cifras del coronavirus en el mundo (1)
Cifras del coronavirus en el mundo.
Cifras del coronavirus en Honduras (4)
Cifras del coronavirus en Honduras.

“La lesión miocárdica, evidenciada por la elevación de la troponina, es frecuente en los pacientes hospitalizados con enfermedades preexistentes. Se relaciona con las mayores tasas de complicaciones cardíacas y el mal pronóstico. Sin embargo, en individuos aislados en la casa, no hospitalizados, con una enfermedad inicial leve y sin afecciones cardíacas previas, rara vez se encuentra una elevación significativa de la troponina a pesar de que los síntomas suelen ser profundos”, escribieron en un artículo publicado en la revista Nature Medicine.

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Antes de poner en marcha el trabajo, los investigadores tuvieron en cuenta que “sigue siendo incierto si los síntomas persistentes. Al menos en parte, están relacionados con la afectación cardiovascular y cuáles son los correlatos fisiopatológicos subyacentes”. Los estudios que se habían realizados principalmente eran en poblaciones de atletas jóvenes poco después de la infección inicial. Ellos habían registrado cambios inflamatorios miocárdicos sutiles, cicatrices miocárdicas no isquémicas y pericarditis.

Entonces, los investigadores alemanes quisieron aclarar las incertidumbres de la fisiopatología y su relación con los síntomas cardiovasculares. Realizaron evaluaciones cardiovasculares en serie en un estudio prospectivo de individuos seleccionados que no tenían afecciones cardíacas conocidas o comorbilidades significativas y habían sido diagnosticadas con una enfermedad inicial leve de COVID-19.

Para evaluarlos, usaron cuestionarios estandarizados, toma de muestras de sangre e imágenes de resonancia magnética cardíaca. “Nuestra hipótesis principal fue que existen diferencias en los parámetros de imagen y biomarcadores entre los individuos con síntomas cardíacos persistentes después del COVID en comparación con aquellos sin síntomas o con los controles sin infección previa. Además, la hipótesis era que estos marcadores mejoran en el seguimiento y que los síntomas en el seguimiento pueden predecirse a partir de los parámetros de referencia”, explicaron.


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