Redacción.– El año 2022 cerró con 650 millones de infecciones por el coronavirus SARS-CoV-2, según cifras brindadas por la Organización Mundial de la Salud. Dado que es probable que el número real sea mucho más alto (se estima que la cifra debe multiplicarse por 5 o por 8), y que la cuenta aumente en cientos de miles cada semana, la comunidad científica se ha centrado en comprender el impacto de COVID en nuestra salud física, mental y en la función cerebral.
En la etapa inicial de la pandemia, los científicos registraron los costos y los beneficios de los bloqueos que hace el virus en patrones de sueño. El principal hallazgo fue que dormimos más encerrados, pero la calidad de nuestro sueño fue peor.
Ahora, una segunda ola de datos está comenzando a explicar cómo infectarse con COVID afecta nuestro sueño e incluso se entromete en los mismos. El metaanálisis más reciente estima que el 52 por ciento de las personas que contraen COVID sufren trastornos del sueño durante la infección.
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El tipo más común de alteración del sueño informado es el insomnio. Las personas con este problema de salud suelen tener dificultades para conciliar el sueño. También, para permanecer dormidos y, a menudo, se despiertan temprano en la mañana. Los médicos ven con preocupación que los problemas para dormir a veces persistan incluso después de la recuperación de la infección.
En julio, investigadores de la Clínica Cleveland de Ohio en los Estados Unidos encontraron que casi la mitad de los que se han recuperado del COVID-19 experimentan problemas de sueño al menos moderados después de haberse recuperado de la infección.
Un estudio de EEUU demostró que las personas que habían sido infectadas con COVID tenían más probabilidades que las personas que nunca habían sido infectadas de tener problemas para dormir. Esto, incluso hasta un mes después de una prueba de COVID positiva.