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viernes, noviembre 22, 2024

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Uno de los grandes atractivos a la hora de tener una pareja es la complicidad que exite entre los dos. Las ganas de ver a la otra persona, de contarle lo que ha hecho durante el día, lo que ha pensado, lo que ha sentido, sus proyectos… En definitiva, de comunicarse con la pareja: de escuchar y ser escuchado. Es una de las mejores formas de sentirse acompañado, querido.

Sin embargo, en ocasiones las relaciones sufren un enfriamientoque muchas veces viene motivado por el propio día a día de cada uno: el trabajo, los atascos, las compras, la casa, la familia… Todo ello respercute de manera negativa en la comunicación de la pareja y, si no se toman medidas, el paso del tiempo favorecerá, como una gran bola de nieve, que el distanciamiento entre ambos sea cada vez mayor dando lugar a conflictos afectivos.

Según Verónica Corsini, psicóloga de Servicios Psicológicos Psyquia, la comunicación siempre dependerá de cómo se ha establecido la relación entre los dos desde el primer momento. Hay parejas que exponen sus acuerdos y desacuerdos de forma conjunta: «Para nosotros lo más importante es…», «A él le gusta esto, y yo cedo», «Ella necesita un tiempo a solas y lo respeto»… «Estas son frases que van determinando el tipo de relación existente —asegura esta psicóloga—. Son una serie de acuerdos entre ambos que se establecen al decírselo uno y otro en palabras. Si surgen conflictos en este aspecto, les basta con hablar de un modo claro de lo que es importante para el otro y respetarlo. Aún así, muchas veces esto es complicado y entonces es necesario disculparse con el otro».

Los problemas suelen aparecer cuando las cosas no están claras. Y, sobre todo, cuando un miembro de la pareja espera algo del otro: «Yo esperaba que tú…», «Pensé que eras de otra manera»… Son ejemplos típicos que ponen de relieve los conflictos que aparecen entre lo que uno espera del otro y lo que el otro es en realidad. «Para poderlo superar —indica Corsini— es necesario que ambas partes hablen de lo que uno y otro esperan y lo que pueden dar o no, es decir los límites y la flexibilidad dejando claro que «no puedo ser lo que tu esperas de mí», «Puedo ayudarte a buscar lo que necesitas pero no puedo convertirme en ello». Lo que esperamos de los demás muchas veces nos impide poder ver realmente a la persona que tenemos en frente».

Hay veces que el problema de comunicación es aun mayor, y es cuando ni siquiera sabemos qué es lo que le estamos pidiendo al otro. Sabemos que nos encontramos mal por algo, que necesitamos cambiar y, en lugar de pensar y buscar respuestas en uno mismo, recurrimos a culpabilizar al otro por no poder calmar nuestra angustia. Muchas parejas discuten y discuten sin llegar a soluciones: «No entiendo que le pasa ni por qué se enfada haga lo que haga», «Discutimos, lo arreglamos zanjando la discusión pero volvemos a discutir por lo mismo».

«Nunca se pone solución porque no se habla del problema real y se convierte en un circuito interminable—asegura esta especialista—. Para poder romperlo es necesario que cada uno se pueda preguntarse a sí mismo: ¿Qué me pasa, qué necesito y por qué se lo estoy pidiendo al otro? Cuando trabajo con parejas recurro a un dicho: No le pidas a alguien lo que no te puede dar porque es un error tuyo. Me parece que refleja de un modo bastante claro que uno mismo tiene que ser responsable de saber no solo que necesita, sino a quien se lo está pidiendo. No todos los árboles dan manzanas…».

Aceptar al otro tal y como es, resulta arduo pero sobre todo aceptarse a sí mismo y respetarse. Conocer los propios límites y los del otro, implica renunciar muchas veces a seguir armando unas expectativas irreales. Así se evitan los malentendidos y, por lo tanto, la agresividad que muchas veces aparece como frustración de uno mismo.

 

 

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