REDACCIÓN. Por mucho tiempo se consideró a la pandemia de COVID-19 como un asalto contra la salud física. A poco tiempo de que los gobiernos implementaran las primeras cuarentenas, las conclusiones derribaron esa idea, indican en reportes oficiales.
Las estadísticas sobre enfermedad y muerte son catastróficas, pero ha habido un costo igualmente asombroso en la salud mental.
En tiempos no pandémicos, tomar decisiones que benefician tanto la salud física como la mental era relativamente sencillo, ya que estas opciones a menudo eran una y la misma.
Hacer el bien por el cuerpo tiene beneficios tangibles para el estado de ánimo y el bienestar psicológico. Por ejemplo, el ejercicio reduce significativamente la ansiedad y la depresión, a tasas comparables a las de la farmacoterapia.
Asimismo, los hábitos de sueño saludables que fomentan la homeostasis física y el funcionamiento más eficiente del sistema inmunológico también reducen significativamente el riesgo de depresión, ansiedad y enfermedad bipolar.
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Decisiones
Sin embargo, la pandemia ha desarraigado las rutinas habituales para tomar decisiones sobre la salud. Hoy en día, elegir tomar decisiones saludables para minimizar el riesgo de infección por virus tiene un costo para la salud mental, tanto a corto como a largo plazo.
Los padres que han protegido a sus hijos de contraer o propagar el COVID-19 al limitar las citas de juego o la educación en el hogar, se preocupan con razón por el costo desconocido en el desarrollo socioemocional de sus hijos, ante la ausencia de interacción social con los compañeros».
Los adultos jóvenes han perdido hitos monumentales. Eso incluye las graduaciones de la escuela secundaria y la universidad, oportunidades para el procesamiento colectivo y la creación de significado. Expertos sostiene que eso tiene beneficios psicológicos y de salud física positivos.
Ahora, estas experiencias representan una costosa compensación, que conlleva a preguntarse más fuertemente qué lado de la salud elegimos proteger.
Casi uno de cada cinco adultos mayores dice que su salud mental ha empeorado desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020, y un porcentaje igual dice que su sueño también se ha resentido durante ese tiempo.
Más de uno de cada cuatro dice estar más ansioso o preocupado que antes de la era del COVID-19, según una nueva encuesta de personas de 50 a 80 años.
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