Redacción. Más de alguno espera el fin de semana para ponerse al día con las series o películas que tienen desde hace rato en la lista de espera y para aprovechar el tiempo recurren a una verdadera sobredosis audiovisual.
En realidad, las distintas plataformas digitales nos brindan un sinfín de alternativas en distintos géneros y a veces sin darnos cuenta nos hacen caer en un vicio y obsesión.
Pero ojo y mucho cuidado, porque como todo en la vida, los excesos son malos y hay que poner un freno para evitar alguna alteración psicológica y de salud.
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Peligros a la salud por el exceso audiovisual
Un selecto grupo de investigadores de las Universidades de Michigan, Estados Unidos, en conjunto con la Universidad de Lovaina, Bélgica, analizaron en detalle los distintos hábitos televisivos recurrentes y el cómo estos repercuten en la calidad de descanso.
En el estudio se contó con 423 personas de edades que rondan entre 18 y 25 años. El 81% admitió realizar maratones de series.
El 40 % comentó que lo hacía una vez al mes, el 28 % al menos dos veces y alrededor del 7 % veía varios capítulos seguidos de sus series favoritas prácticamente todos los días.
Los autores del trabajo creen que “los espectadores no tienen la intención inicial de ver tantos capítulos seguidos, pero se dejan absorber por el argumento de la serie y caen de forma compulsiva en la maratón”. Eso causa primordialmente que se acuesten más tarde de lo recomendado.
La investigación también determinó que psicológicamente, las series generan un incremento de la excitación cognitiva y un estado de alerta mental justo antes de dormir. Eso sin duda alguna es una negativa característica que repercute en la calidad del sueño.
Síntomas
Los televidentes que se sobre pasan con el tiempo estipulado, por lo normal están muy involucradas en el contenido y cuando se van a dormir siguen pensando en lo que sucedió y lo que sucederá.
Los especialistas advierten que esta costumbre se manifestó más entre los espectadores de 30 y 40 años.
El estado de excitación puede provocar una aceleración del ritmo cardíaco, un latido irregular y una agitación o alerta mental. Esto retrasa el inicio del sueño, es decir, la persona requiere un periodo más largo para enfriar su mente antes de dormirse.
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