ESTADOS UNIDOS. A las 7 de la mañana del 11 de septiembre del 2001, Felipe llegó a su oficina ubicada en el sótano de la Torre 1 del Centro de Comercio Mundial en el Bajo Manhattan, ciudad de Nueva York .
Mientras realizaba el inventario del dinero que la tarde anterior había recogido de máquinas vendedoras de refrescos, Felipe recuerda que sintió un gran impacto y que el cielo raso se le vino encima, creando una espesa nube de polvo.
El hondureño Felipe David, en aquel entonces de 41 años, vivió en carne propia aquel atentando en las Torres Gemelas y en conmemoración a los 20 años de la tragedia, Diario Tiempo hizo una recopilación de los hechos que vivió este ciudadano.
«Enseguida se incendiaron los tubos y los cables que estaban ahí, y yo salí corriendo al pasillo porque ya sentía el rostro en llamas», relató en el año 2002 a la agencia Associated Press (AP).
«Pensé que hasta ahí llegaba y le pedí fuerzas a Dios para seguir adelante. Yo me conocía bien las salidas, así que me fui a buscar al conserje que tenía la llave maestra del edificio», recordó.
«En su oficina había 10 personas a las que no conocía. Todas comenzaron a gritar cuando me vieron entrar porque la piel me colgaba, y entendieron que estaba sucediendo algo grave. Todavía no sabíamos de qué se trataba», agregó
«Por mis propios medios corrí junto al grupo unas seis cuadras de distancia hasta salir del edificio. La gente en la calle lloraba al verme y me decían: ‘Gracias a Dios que te salvaste’. Ahí fue cuando supe que un avión se había estrellado contra la torre», señaló.
Felipe relata que le angustiaba mucho pensar que el rascacielos podía derrumbarse porque la ambulancia que lo había recibido no terminaba de arrancar. «Incluso me bajé para irme a un hospital por mi cuenta, pero pronto volví y nos fuimos en la ambulancia seis heridos».
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Seis semanas inconsciente
Al ingresar al New York Presbyterian Hospital dio el teléfono de su casa a una enfermera y perdió el conocimiento. Pasarían seis semanas antes de que volviera en sí. «Muchos familiares pensaron que ahí me quedaría», indicó.
Cuando recobró el conocimiento, Felipe supo que había sufrido quemaduras de tercer grado en el 33 por ciento de su cuerpo, especialmente en los brazos y en el rostro. También sufrió fractura del brazo izquierdo.
Fue sometido a una intervención quirúrgica en cada brazo. Inició una exigente terapia física para recobrar la movilidad.
Comenzó a caminar sin ayuda meses después y cuando finalmente fue dado de alta el 21 de noviembre, su piel se mostraba de un blanco intenso en el rostro y en los brazos. Pesaba 18 kilos menos.
En aquel tiempo, las lesiones le impedían a Felipe continuar con una de sus pasiones: la música. Él era aficionado a la banda ceibeña llamada «Fuerza Brava de Honduras».
Consecuencias mentales
Además, esta tragedia no solo le trajo secuelas físicas. «Mentalmente uno no queda igual después de vivir algo así. Yo sigo reviviendo aquel día incesantemente, aunque me vi con una psicóloga. Ahora sigo de cerca las noticias sobre atentados y terrorismo. Mi vida cambió», explicó, años atrás.
También relató que su familia se vio afectada por la tragedia, especialmente su hija, que al comienzo lo rechazaba por su aspecto físico. «Pero su mamá habló con ella y poco a poco lo superó. El varón ya es grande, así que con él no hubo problema».
Incluso en un momento se planteó regresar a La Ceiba, su ciudad natal en Honduras, «pero allá si no llegas con mucha plata te mueres. Me gustan las oportunidades de aquí (en Estados Unidos), con las que jamás siquiera soñé cuando estaba en Honduras. Por eso agradezco tanto a este país, incluso después de mi accidente».
La principal enseñanza
Felipe asegura que la principal enseñanza de su experiencia es que «uno tiene que apreciar la vida, porque uno no sabe cuándo va a pasar algo malo».
Felipe relata que ahora se le acercan extraños para bendecirlo por haber sobrevivido ese día, cuando muchos no lo hicieron, y también recibe manifestaciones solidarias de otras personas que sufrieron quemaduras severas.
Lo último que se supo de Felipe es que seguía viviendo en los Estados Unidos con su esposa llamada Elba, y sus dos hijos. Él habría recibido una indemnización millonaria por la tragedia del 9-11.
Fuente: Plainview Herald, AP.
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