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jueves, noviembre 21, 2024

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En esta edición de CATRACHO EJMEPLAR, conocimos a Kristian Banegas, un artista que realiza esculturas metálicas a base de materiales reciclados, con el fin de enviar un mensaje al pueblo hondureño y comenzar su movimiento ecológico.

El joven talentoso cuenta con un espíritu de viaje y aventura. Pese a que nació en Tegucigalpa y su familia es originaria de Minas de Oro, Comayagua, ha vivido en distintas partes de Honduras; actualmente reside en Sambo Creek, La Ceiba.

Especializado en el área de electricidad y soldadura en su etapa como estudiante, esto le ha dado una base para su actual profesión artística.

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Actualmente ha dejado su huella en diferentes departamentos del país y ha hecho conciencia en varios pueblos. Además, por su espectacular trabajo ya cuenta con invitaciones en el extranjero para que muestre su arte.

Un punto muy importante de destacar es que el compatriota puede vivir cómodamente con lo que produce su arte, algo casi imposible en un país donde el apoyo hacia este sector es mínimo.

“Las obras las hago como terapia, saco todo lo que me inspira y lo dejo plasmado, eso me ayuda a que se vea la obra con mucho sentimiento”, expresó.

 

El joven hondureño se caracteriza por su amor a la madre tierra y por tratar de cambiar la mentalidad de muchos y evitar que se siga maltratando la naturaleza.

Para contrataciones lo pueden contactar en sus redes sociales, en las cuales aparece como Kristian Banegas, o su número de celular: +504 9498-4317.

Inicios en mundo del arte

“Normalmente donde mi abuelita yo siempre miraba arte porque hacía nacimientos y personas con barro, ella tenía un estilo que los hacía con movimiento”, contó.

Por lo que, el arte recorría por sus venas desde sus primeros años de vida, sin embargo, a sus 19 años conoció a una persona sueca que reciclaba y al ver un trabajo del hondureño, lo impulsó a que entrara en el mundo del arte.

Posteriormente obtuvo un empleo en la Centro Universitario Regional del Litoral Atlántico de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), donde perfeccionó su estilo.

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Seguidamente, participó en representación de un centro educativo en una competencia de institutos, en la cual resultó ganador. Por ello se dio a conocer aún más y fue contratado por primera vez y comenzó su carrera artística.

Banegas ha dejado su huellas en diferentes partes del país, ya que ha implantado su arte en La Ceiba, Cantarranas, Yojoa, Roatán, Tela y en los próximos días estará en Olancho.

Amor a la madre tierra

“Como mi familia es de Comayagua, yo vivía con mi abuela en la montaña. Me decía que visitáramos a su tía y vivía a dos horas de camino, allá le regalaban siembros yo los traía en el lomo los dejábamos en agua y yo miraba la luna, me crie con ese amor a la tierra”, relató.

Y señaló: “Yo siempre miraba que no hay conciencia en lo que es el medio ambiente. Cuando conocí a Yula (la sueca) ese espíritu del reciclaje comencé a convivirlo más”.

De igual manera, dijo que le prometió a su madre que haría algo que cambiaría al mundo, hoy en día lo está logrando y con su aporte está tratando de evitar los destrozos de la tierra.

 

Banegas donde quiera que pisa trata de dejar un mensaje a los habitantes del lugar, ya que en Honduras tenemos una cultura de consumo y el catracho ejemplar está nadando contra la corriente y tratando de cambiar la situación del país.

“Cada día lo hago con más pasión, tengo más concentración y voy fluyendo cada día más”, detalló.

Todo es con materiales reciclados

Al momento de iniciar una obra, consulta las ideas de sus contratantes, luego hace maquetas y un análisis de cómo podría realizarla.

Posteriormente, salen busca de los materiales desechados y los reutiliza en la obra, para estas se necesitan alrededor de 500 libras de hierro.

“Yo juego con la geometría de las cosas”, cuenta, debido a eso saca las piezas que va a utilizar para darle la forma del diseño que pretende.

 

“Me gusta que la gente ayuda, que sientan que yo soy el promotor, pero que todos tengan que ver en la obra, porque así la cuidan más”, indicó.

De esa manera, en cada obra cuenta con el apoyo de los residentes del lugar, quienes hasta el momento le han dado un cálido aliento y aceptación de su arte.

Sus obras tienen un costo que va desde los 15 mil lempiras, todo depende del tamaño y la dificultad del diseño a realizar.


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