TEGUCIGALPA, HONDURAS. Entre las tablas de multiplicar, aprendió también, de algún modo, a vivir sin papá; pero la lección se tornó aún más dura cuando, al conocer de otras ciencias, se enfrentó a una vida sin mamá.
«Ni me recuerdo de él», asegura Juana Flores Hernández al referirse a su padre, quien partió cuando ella era apenas una chiquilla de escuela. Cuando se convirtió en colegiala, su madre también dejó de existir.
Una vez huérfana, poco más podía perder, pensaría entre la ingenuidad de las batallas que aparecían. Ahora que su recorrido se sitúa en el kilometraje de la tercera edad tiene más para contar y lo hizo a Diario TIEMPO Digital.
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Desamparada pero no vencida
«Quedé con un hermano», recordó Juana en torno a aquel momento en el que asumió, sin alternativa, el papel de una niña sin el cobijo de sus más fieles figuras de protección.
Aunque la mención de su hermano parecería sinónimo de un lazo de seguridad tras la ruina emocional de los sucesos imprevistos, la situación empeoró. «Me dijo que ya no quería que estuviera junto a él», lamentó.
Y prosiguió: «Me corrió de su casa y me tuve que ir a alquilar un cuarto». De pronto, su vida se transformó en frase de algún político, «trabajar, trabajar y trabajar», aunque en su caso no era proselitismo, sino el único modo de supervivencia.
«Después que mueren los padres es diferente; uno ya tiene que luchar por sí mismo, porque la familia te corre de la casa y cosas así (…) tuve que sostenerme sola», manifestó.
Trabajando colocó su nombre en el «cartoncito» que le titulaba como perito mercantil. No era una persona de excelencia académica, pero considera que no tenía malas notas, pese a las circunstancias que le rodearon.
Ingresos y la base de un hogar
Probablemente usted la ha visto por allí. Juana solía vender bisutería de su propia mano artística; lo hacía en el centro de la capital, precisamente en el edificio Midence Soto. Mas, su deseo de seguir superándose no se apaga, por lo que cambió sus planes.
El dinerito que consiguió con sus ventas de joyería lo invirtió en la compra de algunos lotes de madera. Su propósito es, poco a poco, tomar ese material e ir edificando su propia casita y no planea desistir hasta lograrlo.
Mientras tanto, ella está compartiendo un cuarto con una hermana. Todavía sigue vendiendo aritos para sumar algunos centavos, pero ante su carencia de capital, vende los hechos por alguien más.
«Yo no he parado. Siempre he salido porque sino, no hay dinero para comer y la gente no te va a dar», señaló.
Un sueño por cumplirse
En el trayecto, Juana no se quedó solo con su certificación de haber terminado la educación básica. Aunque parezca inverosímil, no la detiene ninguno de los obstáculos descritos y, con mayores esfuerzos está a punto de convertirse en abogada.
Ya está en los famosos «módulos» de la carrera, un preámbulo para la práctica profesional y después el recibimiento del título. Estudia en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Aunque, ella apunta que en la búsqueda del profesionalismo, sí se encontró con personas que le han extendido un apoyo genuino.
Con sustento, avanza de a poco
Carolina Núñez, una compañera de Juana, dijo a TIEMPO que los compañeros se ponen de acuerdo y le ayudan. Ya que la perito carece siquiera de los recursos económicos mínimos, ellos le compran recargas para que pueda conectarse a las clases virtuales por la pandemia.
Empero, no siempre logran contactarse con Juana, por lo que a veces ella pierde ciertas clases por las dificultades. Aún así, ella prosigue en su afán y los demás juristas en formación la ven con admiración.
«Yo les agradezco mucho a ellos. Estoy terminando ya y ha sido un caos; me costó y sigue costando y más sin empleo, pero ahí continúo mis estudios hasta que finalice», declaró con convicción.
Juana externó su percepción de que, sin estudios, las personas son vistas con desprecio. «A la gente que no estudia siempre la tienen como más baja, sin importancia; sin eso, uno no vale nada«, subrayó.
La entrevistada confesó que en su momento se retiró de su aprendizaje universitario. Sin embargo, decidió regresar porque identificó que, sin el título entre sus manos, podía perder futuras plazas laborales que recibiría con anhelo.
Abogacía no es capricho personal
El porqué de querer ser una profesional del Derecho lo tiene claro. Pasa por su sueño particular de seguir escalando en la vida, pero también pensando en los demás.
«Quiero ser abogada para ayudar a las personas de escasos recursos y también para poder solventar mis propios problemas», expresó.
«Anhelo tener un bufete para poder trabajar, ayudar a personas pobres que vienen de abajo y tienen sus problemas, echar una mano», insistió.
Juana está muy consciente de lo duro que es todo lo que ha vivido. Al respecto, aseguró que ella no se deprime, sino que sigue adelante; se autocalificó como una persona muy fuerte, que supo afrontar lo que vivió desde pequeña.
«Mi familia se queda atónita porque he salido adelante. Me pude haber tirado a la perdición, ser una mujer de la calle y no fue así», enfatizó la mujer.
Sana y visionaria
A manera más personal, Juana dijo a este diario que ella es una persona saludable, no bebe y tampoco fuma. Por ello no es que se niegue a las salidas, pero acompaña a sus allegados mientras ella pide un refresco o un bocadillo.
Asimismo, agradeció que nunca ha tenido una enfermedad que la lleve al hospital. También expuso que nunca realmente se enamoró y sostiene la idea de conocer, para establecer una relación, a una persona extranjera.
Finalmente, compartió su voluntad de incursionar en la política algún día. Quiere luchar por el país para que todas las personas tengan empleo, educación y no les falte nada, forjando su habilidad para levantarse, como ella lo hizo contra todo pronóstico.
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