AFP.- Las autoridades brasileñas decidieron hundir el antiguo portaaviones «Foch», joya de la Marina francesa que pasó en el 2000 a manos de Brasil y estaba fuera de servicio deambulando durante meses en búsqueda de un puerto de permanencia, dijeron fuentes militares este jueves.
La decisión es polémica: la vieja embarcación de 266 metros de eslora está llena de amianto, pinturas y otros desechos tóxicos, según varias organizaciones ambientales.
«Ante el riesgo que implica el remolque y en virtud del deterioro de las condiciones de flotabilidad (…) el único proceder posible es abandonar el casco mediante un hundimiento planeado y controlado», explicaron la noche del miércoles en un comunicado conjunto la Marina y el Ministerio de Defensa de Brasil.
«Un hundimiento espontáneo» del casco era inevitable, añadieron.
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Temor, amenazas y autorización
Hace dos semanas, la Armada brasileña había anunciado que estaba amarrando el antiguo navío en un punto del océano Atlántico, a 315 kilómetros de la costa del país. Sin embargo, aclaró que no autorizaría su regreso a un puerto ni a aguas territoriales de Brasil.
Varias ONG habían entonces expresado su temor de que Brasil cometiera «un gran crimen ambiental en el mar». La asociación Robin des Bois describió a la vieja embarcación como «un paquete tóxico de 30.000 toneladas».
Construido en los años 1950 en Saint-Nazaire, en el oeste de Francia, el «Foch», que durante 37 años estuvo al servicio de la Armada francesa, se trasladó para ser hundido por un remolcador neerlandés, contratado por el astillero turco Sok Denizcilik.
El astillero lo había comprado en 2021 para desguazarlo. Pero amenazaba con abandonarlo si no encontraba un puerto que lo acogiera.
En junio de 2022, obtuvo la autorización de las autoridades brasileñas para transportarlo a Turquía para su desguace. Pero, cuando estaba a la altura del estrecho de Gibraltar, a finales de agosto, las autoridades ambientales turcas comunicaron que ya no era bienvenido.
La Fiscalía brasileña había intentado impedir judicialmente que la Armada hundiera la embarcación. Sin embargo, su pedido se le negó este miércoles por un tribunal del estado de Pernambuco (noreste).
La antigua gloria de la Marina francesa, capaz de catapultar aviones de 12 a 15 toneladas a una velocidad de despegue de 278 kilómetros por hora, se adquirió por Brasil en 2000, que lo rebautizó «Sao Paulo».