Redacción. BMW Serie 5 ha aterrizado en esta su octava generación hace solo unos días, con versiones eléctricas, híbridas enchufables, de gasolina y diésel. Esta última destaca por ser especialmente aconsejable para lo que está perfectamente diseñada: disfrutar los viajes.
Si se mira el carro por fuera, no parece que mida lo que mide: cinco metros. Pero el que conduce se da cuenta, sobre todo cuando lo tiene que aparcar. Y es que ha crecido mucho respecto a la generación anterior: casi 10 centímetros. Algo no muy normal de generación en generación, ya que el aumento suele suponer dos o tres centímetros más.
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Además de su tamaño, su diseño también se ha trabajado mucho. Para empezar, lleva unos faros inspirados en la serie E60 de principios de 2000. La parrilla característica de doble riñón se hace más evidente, con retroiluminación de los bordes de forma opcional (este de pruebas la llevaba). Los tiradores de las puertas se nivelan, ahora, en la carrocería y en la cola, los nuevos pilotos son más finos y se unen gracias a una barra cromada.
Interior amplio
La calidad, es lo más evidente al entrar. Nada nuevo en el horizonte. Materiales y ajustes deben de todo un automotor premium y no defraudan. Su diseño sencillo ayuda a que esos acabados destaquen y a que se note, y se sienta, de mucha categoría. Como por ejemplo, los asientos, son una maravilla.