SAN PEDRO SULA. Un ayudante de autobús fue asesinado la mañana de este martes en una de las calles de la colonia La Pradera de esta ciudad, al norte de Honduras.
La víctima fue identificada como Max Raúl Cárcamo, de 53 años de edad, quien fue encontrado con varias heridas de arma blanca.
Información preliminar indica que Cárcamo laboraba en la Ruta 2 y su cuerpo fue hallado en la parte de atrás de la empresa de transporte para la cual trabajaba. Trascendió que fue sorprendido por un desconocido, quien se le abalanzó con un cuchillo mientras caminaba por el sector.
Posteriormente, a la escena llegaron agentes de la Policía Nacional para acordonar el hecho; mientras la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) recavaba los indicios necesarios que permitan dar con el móvil del crimen, así como con la ubicación del o los responsables. En tanto, personal de Medicina Forense se apersonó para hacer el reconocimiento y levantamiento del cadáver en base a ley.
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PARA SABER
El infierno del 'impuesto de guerra' de los pandilleros en Honduras
El fenómeno tiene lugar tanto en la capital como en otras ciudades hondureñas. Para protegerse, las grandes empresas hacen viajes sin escalas. Lo anterior, después de rigurosos registros de los viajeros, un recurso que, lógicamente, no puede permitirse en un autobús de transporte urbano.
Guatemala, El Salvador y Honduras sufren el flagelo de las extorsiones. En Honduras le llaman “impuesto de guerra” y en El Salvador “renta”. Las organizaciones criminales y grupos de pandillas realizan esta actividad delictiva. para obtener dinero. Así como para financiar sus actividades ilegales. Este delito desestabiliza por completo las economías nacionales y la vida de los ciudadanos.
Las extorsiones mantienen de rodillas a empresarios de distintos rubros, especialmente a los del transporte público. Quienes pagan “impuesto de guerra” hasta a ocho grupos criminales.
El cobro de extorsiones es uno de los principales flagelos que utilizan las organizaciones criminales para financiar sus operaciones. Desde las grandes empresas hasta pequeños comerciantes pagan el mal llamado “impuesto de guerra”. Aunque las autoridades policiales y militares detienen a decenas de personas cada día por este ilícito, parece que es un fenómeno que no tiene fin.