HONDURAS. Elizabeth Murray, conocida popularmente como Liz Joy, es una mujer estadounidense que se dedica a la preparación -muy artística- de pasteles.
¿Cómo llegó al mundo de la pastelería? Ella asegura que fue por accidente. Solía trabajar como una directora de arte en una agencia de Hollywood; sin embargo, un día se enfermó y se puso tan grave que pidió una licencia extendida para tomarse un descanso por salud.
Después de un par de semanas entre las paredes de su casa, se sentía desesperada por encontrar una ocupación artística. Es así, que se enseñó a sí misma -sin ayuda- cómo hornear.
Además, comenzó a documentar todos sus esfuerzos en su perfil de Instagram. Sus primeras piezas culinarias eran galletas y, casi de inmediato, empezó a darse cuenta que tenía el don para ello. Su buzón de mensajes se llenó rápidamente de muchos pedidos hasta para eventos y de marcas importantes.
Es así como Murray ahora tiene un «arte comestible» que incluso le ha dejado premios nacionales. Sus postres son fascinantes; alrededor de ese país norteamericano alcanzó una fama importante por su trabajo.
Pero algo peculiar es la inspiración que toma para algunas de sus obras. Según ella misma reveló en una publicación en Instagram, su papá nació y se crió en el territorio cinco estrellas de Centroamérica, Honduras.
Ella relató que las memorias de su infancia «por siempre tendrán el color de las historias que él cuenta sobre cuando crecía corriendo en las montañas y junglas». Es así que algunos de sus pasteles son el retrato de algunas de las vivencias de su progenitor, cuando se divertía por estos lares.
Aventuras de un pequeño en Honduras
«Liz Joy» acotó que la niñez de su papá no fue la más fácil; encontró muchas privaciones y dificultades. Sin embargo, les dejó «imágenes cinemáticas» de lo que vivió.
Narró que una vez, él saltó sobre varias rocas para cruzar un río. Pero, en un salto, cayó sobre la espalda de un cocodrilo que se mantenía sumergido.
En otra ocasión, su padre conoció que, por alguna razón, a su vecino le estaban desapareciendo sus terneros. Él, curioso y aventurero, encontró y derrotó a la culpable de la situación: una anaconda gigante.
Asimismo, externó que su abuelo llevaba a su «viejo» muy adentro en las montañas tropicales para poder trabajar a la mano de la población, local, los garífunas. Remembró que su progenitor también gozaba de encontrar monos, jaguares, delfines y más.
¿Historia memorable?
En otro de sus afamados postres, Murray plasmó un evento que marcó la vida de su padre. Es un recuerdo que lo acompañará por siempre.
Resulta que un día, cuando él tenía nueve años, fue con su clase a un bosque cercano para una caminata y un picnic. Los «cipotes» siempre llevaban sus rústicas hondas porque les gustaba tirar piedritas y demás objetos.
Ella asevera que su papá era muy reconocido por su puntería excepcional. No obstante, tenía un compañero, al que le decían «Tubby», que era malísimo. Su papá mencionaba que Tubby no podía ni siquiera golpear a un elefante con la honda si estuviera justo enfrente de él.
En su momento, toda la clase desempacó su almuerzo para el picnic. Mas, Tubby se quedó atrás; había capturado su atención una colmena de avispones que colgaba de un árbol. Los muchachos se miraban entre sí, preocupados de que, finalmente, Tubby tendría un acierto al disparar y le pegaría a aquel panal.
Como se esperaría, falló. Sin embargo, la piedrecilla pegó en la rama de la colmena, lo que hizo que se cayera justo al suelo. De inmediato, un tremendo enjambre sobrevoló a los estudiantes y reinó el caos.
Corriendo y gritando, los niños huyeron en muchas direcciones. Su papá y varios amigos se abrieron camino hacia un río y se lanzaron sin pensarlo, mientras eran golpeados por el aguijón de aquellos animalitos sin piedad.
Los chiquillos se mantuvieron por ocho (¡sí, ocho!) horas en el agua mientras esquivaban el bombardeo de avispones que no cedían. Fue hasta que cayó la noche que finalmente se fueron sus «enemigas».
Desenlace
Al final, el maestro, «Don Rigo» resultó muy afectado. Se le tuvo que hospitalizar por varios días y al final terminó renunciando de la escuela. Mientras que Tubby y su familia terminaron mudándose para escapar de la constante humillación y reproche.
A su padre aún no le hace tanta gracia recordar aquel evento, pero a Murray y a su hermano les causa muchísima risa.
Ahora, la artista transformó aquel momento en un singular pastel. El mismo es para la celebración del cumpleaños de su papá, al cual le dice que seguro disfrutará romperles la cabeza a mordidas a todos esos avispones. ¡Arte con tinte catracho!
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