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Adam Smith

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Adam Smith

 

Licenciado en Economía por el ITAM, es Maestro en Economía por la Universidad de Chicago y tiene Estudios del Doctorado en la misma área por la Universidad de Chicago.
Isaac Katz Licenciado en Economía por el ITAM, es Maestro en Economía por la Universidad de Chicago y tiene Estudios del Doctorado en la misma área por la Universidad de Chicago.

El 5 de junio de 1723 nació Adam Smith, a quien se le considera como el padre de la economía por su obra Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones. Hay otro libro de él, menos conocido pero igual de importante titulado La teoría de los sentimientos morales.

En el primer párrafo de La teoría, Smith afirmó: «Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de los otros y que hacen que la felicidad de éstos les resulte necesaria, aunque no derive de ella más que el placer de contemplarla».

Por otra parte, en el primer capítulo de la Riqueza afirma: «No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero lo que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni le hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas».

Dos párrafos que en principio parecerían contradecirse y de ahí lo que se denomina como el «problema» de Smith. ¿Es realmente un problema?; ¿es una contradicción? La respuesta es un rotundo no. El propio Smith da la respuesta en La teoría cuando señala: «la sociedad de distintas personas puede subsistir, como la de comerciantes distintos, en razón de su utilidad, sin ningún amor ni afecto mutuo; y aunque en ella ninguna persona debe favor alguno o está en deuda de gratitud con nadie, la sociedad podrá sostenerse a través de un intercambio mercenario de buenos oficios de acuerdo con una evaluación consensuada».

¿Es parte de la naturaleza humana la ambición, acumular riqueza como objetivo último? La respuesta es no. Los individuos derivan satisfacción de los bienes que consumen por lo que a mayor riqueza, mayor será la cantidad e intensidad con las cuales se satisfacen las necesidades. La ambición y consecuentemente el egoísmo, se derivan de una realidad inexorable: los recursos son escasos. Dada esta restricción, está en el interés de cada quién para utilizar los recursos de su propiedad en aquél uso en donde la rentabilidad esperada sea la mayor posible ya que ello es lo que permite maximizar el ingreso y la satisfacción de necesidades.

Adam Smith y el bien público

Y es por ello que resalta la importancia de vivir en una sociedad libre. ¿Qué se gana? Dos cosas. Primero, la libertad de posesión, de uso y de transferencia de recursos en transacciones libres y enteramente voluntarias deriva en la especialización del trabajo de acuerdo a las ventajas comparativas que cada uno posea. Bajo el principio de mercados operando en competencia, la búsqueda de la maximización del bienestar individual tenderá a maximizar también el bienestar de la sociedad. Segundo, la transmisión del conocimiento. El conocimiento es siempre, a la larga, un bien público.

Así, el derecho a la propiedad, a la libertad de uso respetando siempre los derechos de terceros y el derecho al libre comercio, buscando cada quién su propia felicidad, son los únicos derechos económicos del hombre. Son éstos los principios básicos en los cuales se sustenta el progreso de las naciones. Una economía de libre mercado, una en donde los recursos de propiedad privada se asignan libremente de acuerdo a las decisiones individuales es un sistema, en términos de Smith, de «libertad natural«.

La obra de Smith fue un parteaguas. Haber resaltado la libertad y la búsqueda de la maximización del bienestar individual, en un contexto en el cual los individuos cooperan libremente, sujetos a una determinada moral que los limita, es su gran contribución al progreso de la humanidad.

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 9 de junio de 2016.

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