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viernes, noviembre 22, 2024

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TEGUCIGALPA, HONDURAS. A sus nueve años de vida fue víctima de abuso sexual, no por uno sino por tres tipos de su entorno cercano que destruyeron su infancia

Le llamaremos Joaquín, para proteger su identidad. Es un hondureño de unos 29 años de edad, trabajador, responsable y honesto que lucha día a día para superar el terror que vivió en su niñez.

Joaquín cuenta que cuando tenía alrededor de seis años era un niño muy alegre, juguetón, estudioso, le gustaba compartir mucho con sus amigos y tenía un futuro lleno de sueños y metas por cumplir; sin embargo, él no sabía lo que días después llegaría a vivir y que lo dejaría marcado por el resto de su vida.

Él relata que una tarde se encontraba, como de costumbre, jugando con sus amiguitos cuando de repente el hermano de uno de ellos, quien era 11 años mayor que él, lo quedó viendo de forma extraña y con malas intenciones; Joaquín afirma que, a su corta edad, sintió algo extraño y no estaba muy alejado de la realidad, ya que ese joven a quien denominaremos Agresor1 sería el primero que abusaría del menor.

Luego de ese hecho el Agresor1, dice Joaquín, a base de intimidaciones lo llevaba a lugares solitarios de su colonia, para obligarlo a que le tocara sus partes íntimas. El niño, de tan solo seis años, no entendía por qué ese joven hacía eso, pero sí comprendía que esa situación no era adecuada, añade el propio ofendido, ahora mayor de edad.

Después de lo sucedido anteriormente, el Agresor1 seguía abusando de aquel inocente niño y esta vez forzándolo a que le practicara sexo oral; Joaquín dijo que no tuvo otra opción que acceder a los deseos carnales de ese joven, porque “me amenazaba de que si no lo hacía iba a golpear a mi mamá”.

Joaquín narra que el Agresor1 violentó su libertad sexual en cuatro ocasiones, siendo una de ellas la más cruel que pudo vivir y recordar. “En una de esas situaciones me desnudó por completo, me pegó a la pared y me penetró. Yo sentía un dolor horrible, lloraba cuando ese infeliz me hacía esas asquerosidades y fue un momento muy doloroso para mí. Luego de eso nunca más me volvió a buscar para agredirme sexualmente”, expresó Joaquín.

Sin embargo, él cuenta que cuando era abusado por el Agresor1 a la vez lo estaba siendo por el Agresor2, quien era un joven de su misma colonia y amigo del Agresor1. “En el mismo barrio teníamos a los violadores y enfermos mentales sin saberlo”, dijo.

Joaquín describe que el Agresor2 hacía lo mismo que el anterior, lo llevaba a lugares solos para que le tocara sus partes íntimas y le practicara sexo oral. Ese joven abusó del menor en dos ocasiones y no siguió ultrajándolo porque él huía de su agresor cuando se lo quería llevar a la fuerza, recuerda.

Transcurrieron tres años y Joaquín relata que no volvió a ser ultrajado por aquellos hombres que le desgraciaron la vida; él – en ese tiempo – nuca dijo nada y se guardó lo que vivió. Pero, la vida le traería otra tragedia a aquel niño que en un momento fue feliz y no le tenía miedo al mundo en el que vivía.

A sus nueve años cuenta que un amigo de su familia, a quien denominaremos Agresor3, lo empezó a manosear y querer tener “ese tipo de juegos” con él, pero Joaquín, después de lo vivido años atrás, no podía creer que la historia se estaba repitiendo de nuevo. “Me preguntaba por qué me pasa esto a mí, a mis nueve años ya había sufrido abuso sexual por dos hombres y ahora este otro”, expresó Joaquín.

Joaquín platica que el Agresor3 violentó su libertad sexual en dos ocasiones, llegando hasta el punto que le practicara sexo oral. Luego de eso Joaquín no volvió a permitir que alguien más lo obligara a hacer algo que él no quisiera y pudo escapar a tiempo de ese pervertido sexual.

Él cuenta que calló lo que vivió en su infancia por temor a represalias y que se sintió desafortunado de haber sido víctima de tres depredadores sexuales; fue hasta que tenía 20 años que platicó por primera vez lo que sufrió de niño, recibiendo apoyo y compresión de la persona a quien decidió brindarle su confianza. “Me sentí muy bien en contarle a mi novia lo que me pasó y sentí que me quitaron un peso de encima”, afirmó.

“Con la ayuda de Dios pude superar lo que viví, tengo temor de que a alguien de mi familia le pase algo similar y me gustaría decir que los niños nunca deben de estar solos, siempre deben estar al cuidado de los padres y se les debe de enseñar que nadie los debe tocar”, manifestó Joaquín con lágrimas en sus ojos.

Joaquín guardó silencio por miedo a que el agresor hiciera efectivas sus amenazas pero años después decidió contarlo.
Joaquín guardó silencio por miedo a que el agresor hiciera efectivas sus amenazas pero años después decidió contarlo.

Cifras alarmantes

Pero, lo que sufrió Joaquín es solo uno de los muchos casos de violación a la libertad sexual que hay en Honduras y que no son denunciados por miedo, temor o estigmatización.

De hecho, en los últimos meses, los medios de comunicación reportan con mucha frecuencia detenciones de depravados sexuales como los abusadores de Joaquín.

Actualmente, la Fiscalía Especial de Protección a la Niñez ubicada en la oficina principal del Ministerio Público en Tegucigalpa, recibe a la semana de 1 a 4 casos de agresión sexual en contra de niños y niñas, comunicó Lorena Cálix, portavoz institucional.

El Ministerio Público en los últimos cinco años cerró con un promedio anual de 800 y 900 denuncias por delitos sexuales a nivel nacional, en perjuicio de niños y niñas.

Hubo una disminución de denuncias en el 2020 por motivos de la pandemia del Covid-19, ya que se limitó el acceso de las personas a las diferentes oficinas y postas policiales derivado de los decretos de emergencia con relación al aislamiento, distanciamiento y al cierre temporal de algunas oficinas que se encargan de tramitar ese tipo de denuncias, indicó Cálix.

Los datos de la Fiscalía Especial de Protección a la Mujer en Tegucigalpa reflejaron que el delito de violación y otras agresiones sexuales se encuentra entre el tercer o cuarto orden de incidencia siendo la violencia doméstica y el maltrato familiar los más denunciados a esa fiscalía.

Los casos de mujeres que han sido agredidas sexualmente no están en la misma proporción estadística que los casos de niños y adolescentes que son denunciados; existen denuncias de violaciones a mujeres mayores de 18 años, pero no en la misma incidencia que en los casos anteriores, señaló Cálix.

La portavoz de la Fiscalía explicó que, a través de los datos obtenidos de la Fiscalía de la Mujer, la Fiscalía de Protección a la Niñez y el Módulo de Atención Integral Especializado, las personas que son víctimas de delitos sexuales o delitos contra la libertad sexual, en su mayoría, son los niños y niñas, considerados como tales a todos los menores de 18 años de edad.

Por lo anterior, Cálix dijo que las principales víctimas de las agresiones sexuales son los menores de edad. Los niños y niñas que son víctimas de delitos sexuales en Honduras se encuentran en un rango de edad comprendido entre los 4 a los 13 años, siendo las niñas las más vulneradas.

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Lorena Cálix, portavoz del Ministerio Público de Honduras.

¿Cómo denunciar?

La portavoz del Ministerio Público manifestó que, para denunciar un delito contra la libertad sexual, en primer lugar la persona que ha sido víctima de una agresión sexual, sin importar la edad, debe presentarse a la brevedad posible a la posta policial más cercana de su comunidad o vecindario.

En segunda instancia, se recomienda que la persona que fue ultrajada no se bañe ni tampoco se quite sus prendas de vestir para conservar la integridad física del hecho y así lograr que la investigación no sea tan compleja.

El MP con el apoyo de la Dirección General de Medicina Forense buscará la obtención de indicios que puedan encontrase en el cuerpo de la víctima y lograr las pruebas necesarias para proceder en contra del agresor sexual.

Además, Cálix dijo que las personas que son víctimas de delitos sexuales y quienes les acompañen en el proceso, pueden abocarse a las oficinas del Misterio Público a nivel nacional para realizar su respectiva denuncia.

En casi todas las oficinas se cuenta con el Módulo de Atención Integral Especializado, el cual fue creado para atender principalmente los casos de agresiones sexuales en grupos vulnerables como: niños, niñas, adolescentes, mujeres e incluso personas adultas mayores y miembros de la comunidad LGTBI.

En los módulos de atención integral especializada cuentan con psicólogos, trabajadores sociales, médicos forenses y fiscales que orientan al denunciante sobre cómo seguir el curso de la denuncia hasta llegar a la judicialización de un caso, agregó Lorena Cálix.

Impacto emocional

Aunque son muchos los casos de delitos a la libertad sexual que suceden en el país, poco se habla del impacto emocional que significa para muchos niños, niñas, jóvenes, mujeres y hombres haber sido víctimas de un hecho como ese.

Según la psicóloga Ana Mirella Hernández el impacto emocional de una agresión sexual está modulado por cuatro variables que son: la primera, el perfil individual de la víctima, que se refiere a la estabilidad psicológica, edad, sexo y contexto emocional.

La segunda, son las características del acto abusivo que abarca la frecuencia, severidad, cronicidad y la existencia de violencia o amenazas; la tercera, cuanto más crónico e intenso es el abuso, mayor es el desarrollo de un sentimiento de indefensión y de vulnerabilidad, la aparición de síntomas resulta más probable.

Por último, una variable más es la reacción del entorno, que desempeña un papel fundamental, ya que la sensación de ser creídos es uno de los mejores mecanismos para predecir la evolución a la normalidad de las personas víctimas de abuso sexual.

Así mismo, Hernández explicó que una experiencia de abuso sexual es devastadora para el funcionamiento psicológico de la víctima, sobre todo cuando el agresor es un miembro de la misma familia y se ha producido una violación.

Según la experta, las consecuencias a largo plazo son más inciertas, ya que hay una cierta correlación entre el abuso sexual sufrido en la infancia y la aparición de alteraciones emocionales o de comportamientos sexuales inadaptados en la vida adulta.

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El impacto emocional en las víctimas es bastante grande, por lo que es necesario que busquen asistencia psicológica.

Equipo interdisciplinar, una necesidad

Diversos autores han coincido en señalar que el tratamiento para víctimas de violencia sexual debe hacerse con el apoyo de un equipo interdisciplinar; la necesidad de un trabajo combinado para estas personas se hace aún más evidente cuando son diagnosticadas con el Trastorno de Estrés Postraumático, señaló Hernández.

La experta en el área psicológica mencionó que los efectos que deja una violación a largo plazo son menos frecuentes y más difusos que las secuelas iniciales, pero pueden afectar, al menos, al 30 % de las víctimas. Así mismo, los problemas más habituales son las alteraciones en la esfera sexual, la depresión y el trastorno de estrés postraumático, así como un control inadecuado de la ira.

Además, explicó que si el abuso sexual ocurre dentro del seno de la familia, en muchos casos, es más complicado que las personas denuncien lo sucedido y en otras ocasiones no lo hacen porque son amenazados o tienen temor a la discriminación por parte de la sociedad.

Hernández afirmó que algunas de las características o señales que posee un agresor sexual son: no necesariamente tienen una personalidad extraña; sus víctimas tienden a ser los que considera más débiles; presenta sentimientos de inferioridad y frustración; son poco empáticos; creen que tienen derecho de cometer la agresión; no siempre se trata de enfermos mentales, y son personas que evaden responsabilidad.

Cárcel hasta por 30 años

La mayor parte de los delitos sexuales o delitos contra la libertad sexual en Honduras quedan impunes, como es el caso de Joaquín que por miedo a que no le creyeran o que su familia fuera a salir perjudicada, nunca denunció el hecho ante las autoridades competentes.

El artículo 249 del actual Código Penal de Honduras expresa que: “constituye delito de violación el acceso carnal no consentido por vía vaginal, anal o bucal con persona de uno u otro sexo, así como la introducción de órganos corporales u objetos por cualquiera de las dos primeras vías”.

Además, el mismo documento expresa que: “el autor de un delito de violación debe ser castigado con las penas de prisión de nueve (9) a trece (13) años, prohibición de residencia y aproximación a la víctima por el doble del tiempo de la pena de prisión”.

Según el abogado penalista, Marlon Duarte, atentar contra la libertad sexual se refiere al hecho de realizar daño físico y psicológico en contra de la voluntad de una persona. En Honduras la pena máxima para una persona que comete un delito sexual es de aproximadamente 30 años, agregó.

El procedimiento legal básico en contra de un agresor sexual es: primero, se presenta la denuncia ante la fiscalía correspondiente; segundo, se procesa la denuncia para realizar una investigación; tercero, se identifica a las víctimas y a los autores; cuarto, una vez tomadas las declaraciones correspondientes se procede a presentar el requerimiento fiscal.

Los delitos contra la libertad sexual son de orden público y por ello no es necesaria la autorización de la víctima para presentar un requerimiento fiscal por parte de la Fiscalía del Ministerio Público, explicó Duarte.

2Joaquín cuenta que fue víctima de varios delitos en contra de su libertad sexual, no obstante, él asegura que deseaba haber tenido a quien recurrir ante ese hecho y que un delito como ese se debe de denunciar.

Actualmente, es un hombre con un futuro muy prometedor, con principios y valores molares bien arraigados, es un gran ser humano que posee un inmenso corazón y ayuda a su prójimo cuando más lo necesita. Y a pesar de lo que sufrió nunca se rindió y se convirtió en un hombre digno de admirar.


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